Hermana de mi corazón

Pues resulta que te pienso, te imagino sonriente, en un campo de hierba fresca, protegida por el cielo azul, los bosques tupidos y el río al ras de tus pies. 

Pues resulta de yo te pienso porque hacerlo me llena de alegría, verte aparecer con tu sonrisa satisfecha, contenta con tu hacer, con el aparte que das al cuidado de la vida, de los seres vivos, caminando para encontrarte con otras mujeres que como tú, soñamos con la vida tranquila, plena y en libertad…la calma activa, tu mente serena, la claridad de tu mirada inundarán el espacio común, llegarás y nos juntaremos para compartir la comida, los dichos, las agüitas de los ojos, los bailes y finalmente, será una tarde que nos abrace a todas, que nos renueve la esperanza y podamos regresar al nido sabiéndonos unidas y fuertes. 

Sabes? No siempre mis pensamientos han sido estos bellos fragmentos que te cuento. Hace algunos años, quizá como 20 o más, mi vida ya estaba entregada a la lucha, trabajaba con tanta pasión y con una convicción de que si me esforzaba más, yo y mis compañeras de organización, la vida cambiaría para nuestro bien. 

Cambió, ciertamente fue distinta, hemos avanzado en leyes, en luchas ganadas, pero también en muerte, dolor, terror y sufrimiento. 

Algunas noches de esos años fueron en vela, porque la represión llegó a nuestra vida endiento, allanaron nuestras oficinas, luego mi casa, y el miedo se me metió en los huesos. No teníamos tantos espacios para hablar de esas tormentas emocionales, pero sabíamos que de no hacerlo el corazón nuestro se secaría.

En plena crisis política y del grupo, llegó el libro del FAU, “De que nos sirve la Revolución…”

Pelar la cebolla, decía….el exilio del alma….los dolores de otras y sus emociones puestas allí me abrieron las aguas para poder llorar juntas, entender que lo que nos pasaba a nosotras había sido pensado y escrito por otras. 

A los años no dejo de recordar en mi memoria, en mi piel, los abrazos de Luz Stella de muchas que nos entendieron, acogieron en sus reuniones benditas; y la vida/trabajo comenzó a tener otro sentido. No tenía que dejas la vida en la lucha, ni seguir buscando que me vieran como buena luchadora para que me quisieran…. Fue una liberación vivirme de otra forma, más hermana, con mis vulnerabilidades expuestas y sin miedo de morir en ese acto. 

Camino ahora cierta de mi valía, de la valía de las otras por lo que somos, seres hermosas e imperfectas, esas humanas a las que me acompañan y acompaño. 

La tarde de hoy para nosotras….para la vida, la alegría para las mujeres…. 

Ana María Hernández 

México

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